La contribución de Ursula Tappolet al arte de creación de un juego que pueda servir de lenguaje común es particularmente interesante. La autora nos propone una serie de historias en las que relata la andadura simbólica de niños que ella ha tratado. Al ofrecer al niño la posibilidad de crear "su marioneta", le permite representar simbólicamente sus demonios interiores y su imagen de sí o de los otros. A través de ese teatro espontáneo ayuda al niño a exorcizar sus miedos y a dominar sus debilidades. El teatro de marionetas se trueca en un lugar mágico en el que el niño puede evocar todo cuanto no ha podido representar hasta entonces, y el adulto se halla presente para seguir al niño en esta conquista, a veces dolorosa. De este modo, se ayuda al niño a relacionar su problema personal con un simbolismo que lo supera y lo procede; encuentra así su sitio en un mundo de significaciones y puede dar un rostro a personajes inquietantes y velados hasta aquel momento.