Descripción de la obra
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La voz “parlamento” vale, originariamente, tanto como
conversación. Las reglas monásticas del siglo XIII la aplican, en su forma
latina, a las conversaciones de los monjes en sus claustros, después de la
cena, conversaciones que las Reglas condenaban como poco edificantes. Algo más
tarde, la voz se usó para designar ciertas conferencias solemnes, tales como la
del año 1245 entre Luis IX de Francia y el Papa Inocencio IV. Un cronista de la
época, cuando Enrique III convocaba un consejo o conferencia de magnates, para
discutir agravios, lo denominaba “tener un parlamento”. La palabra nació en
Inglaterra y pronto se aplicó con regularidad a las Asambleas nacionales
convocadas de vez en cuando por Eduardo I, el gran sucesor de Enrique,
adquiriendo cierto carácter definitivo en lo que fue denominado después
“Parlamento modelo” de 1295. La voz, como puede observarse, significó en un
principio la conversación en sí misma, la conferencia celebrada, no las
personas reunidas en ella. Gradualmente fue transfiriéndose el sentido a la
corporación de las personas reunidas en conferencia, al igual que ocurre con la
palabra “conferencia” que posee un doble sentido. Al mismo tiempo que Eduardo I
organizaba sus instituciones parlamentarias, nacían en Francia otras de índole
semejante. Pero la institución que en Francia corresponde al Parlamento inglés
tiene historia diferente y diferente destino. El Parlamento francés se
convirtió en una institución judicial, aunque aspirase a intervenir en la
formación de las leyes.