Descripción de la obra
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Ser abogado durante quince años da cierta
experiencia psico-lógica. Me dedicaba más a los asuntos civiles que a los
penales. Una clientela formada por compañías de seguros. La guerra me convirtió
en magistrado. Sin ella, no hay duda, todavía seguiría defendiendo pleitos.
Causa grande, efecto pequeño.
Pasé a ser juez de instrucción con agrado, pero por
azar, el azar de mi primer destino. Con agrado porque siempre me había gustado
ver vivir a los hombres. Verlos vivir directamente. En vez de leer en un informe
cómo viven. He sido juez de instrucción durante quince años.
He tenido muchas satisfacciones intelectuales. He
amado mucho mis funciones. Siento gran estima por el conjunto de mis colegas.
Les debo este testimonio a la hora de mi retiro. Pero también hay que confesar.
La máquina judicial se bambolea, rechina y se agarrota, y no marcha como
debiera. No todo es perfecto en el mejor de los mundos. Está muy lejos de
serlo.