Descripción de la obra
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Alegría, fortaleza, valor y veracidad - por ese orden - son los requisitos básicos del saber trágico. Desde los presocráticos hasta Clément Rosset, pasando por los sofistas, los epicúreos, Montaigne, Spinoza, Hume o Nietsche, la filosofia trágica siempre ha desempeñado dos tareas insólitas, una afirmativa y otra crítica.En primer lugar, la de reflejar el vínculo paradójico y necesario entre la simple alegría de vivir y el conocimiento lúcido de una realidad efímera y cambiente, cruel e indigesta, irracional y sin sentido, indiferente por completo al deseo y a la razón de los hombres. En segundo lugar, la de remitir toda ilusión moral y metafísica no tanto al deseo fantasmagórico de un mundo distinto y mejor cuanto a la simple aversión hacia el único mundo existente. Históricamente cuestionada por toda forma de optimismo y de pesimismo, incluyendo desde luego casi toda la filosofia del siglo XX, no debe extrañar que sea mejor recibida por quienes se inclinana con gusto hacia lo real, pocos filósofos, muchos artistas y media humanidad, que por quienes se sitúan del lado de los espejismos, los filósofos, de profesión, los intelectuales y las masas.