Una de las perspectivas más útiles para abordar el estudio de las emociones tiene que ver con la adaptación. El argumento más sólido y evidente que sostiene dicha perspectiva se basa en la propia evolución y en los mecanismos implícitos de dicho proceso, los cuales, progresivamente, van supriemndo todo aquello que representa una remóra en el crecimiento general de los sujetos y, por extensión, de la especie. Así, si encontramos que las emociones están presentes en el bagaje genético de prácticamente todos los seres vivos es porque algún papel -por supuesto, papel fundamental- tienen que cumplir.