Cuando un espírirtu sensible y con capacidad de mirada nueva se pone frente a cualquiera de los hechos sociales no puede sino descubrir la básica injusticia sobra la que reposan la mayor parte, si no la totalidad, de las prácticas médicas habituales. En lo que hace a la obstetricia, como suma de técnicas que conducen a regular el embarazo y a intervenir en el parto, se ponen en evidencia, como bajo un enorme vidrio de aumento, las situaciones escenciales que conducen a ella: una medicina ultramecanizada, una visión masculinista y contrafemenina del enfoque global, una artificialización absurda de la mecánica, una visión injustificada de la libertad personal de la parturienta y un olvido casi monstruoso de los derechos biológicos del niño... La enumeración podría aun ser ampliada y amplificada sin correr el riesgo de caer en exageraciones revisionistas; a un examén libre y liberado del problema aparece como imposible que se haya podido llegar a un conjunto tal de situaciones aberrantes.