La función judicial no consiste únicamente en una tarea de conocimiento, sino que en ella están implicados diversos actos, como los atienentes a las valoraciones y a las consecuentes expresiones de voluntad. De este modo, se debe entender que la providencia judicial constituye una figura total llena de sentido unitario. Pero en la construcción racional de esa totalidad se deben emplear diversos razonamientos, cada uno de los cuales se elabora siguiendo la forma silogística. Por ello, acertadamente advirtió Carnelutti, que la sentencia está constituída, no por un silogismo, sino por un sistema de silogismos. Lo que ocurre es que en la elaboración, tanto de la premisa mayor como de la premisa menor, se recurre a la lógica de la razón vital ehistórica, vale decir, a la lógica de lo razonable, que es distinta de la lógica tradicional y matemática. La lógica tradicional es meramente enunciativa del ser y de l no ser. En cambio, la lógica de la finalidad contiene puntos de vista de valor, estimaciones sobre la corrección de los fines, sobre la congruencia entre medios y fines, y, en todo caso, sobre la eficacia de los medios en relación con un determinado fin. En otros términos, se acude a la lógica de la acción humana que está referida a valores y encaminada a realización de fines.