Contra la presencia de un lenguaje domesticado, analizado en rutinarias formulaciones y carente de cualquier gozo inmediato, el conocido comunicólogo latinoamericano Daniel Prieto, hace una propuesta llena de sorprendentes contenidos: ¿Y si el lenguaje fuera una fiesta, un gran placer? A lo largo de los ensayos que contiene ese libro, se nos revela la dejadez de una escuela que ofrece en sus libros de texto formas de comunicación desfallecidas, desganadas, carentes de colorido, al aprovecharse de un público cautivo y sin alternativas; ante este panorama los medios, con su empleo de la fuerza, la gracia y la alegría del lenguaje cotidiano, recuperan la gran fiesta que representa hablar y darle al lenguaje la belleza y el placer que son más que propios de él.