Descripción de la obra
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En los juicios como advierte Ambrose Bierce, la justicia obedece a un ejercicio de contraste, este es: hacer aparecer a los jueces, abogados y jurados como ángeles, y a los acusados como demonios dignos de los más horrendos suplicios. En los procesos de reconciliación deberiamos transitar por la acera mundana del mutuo reconocimiento de errores, y comprobar que las líneas fronterizas entre víctimas y victimarios son demasiado tenues y que la culpa está socialmente distribuida, más aún cuando existen cuantiosos colaboradores y beneficiarios del crimen. En conflictos como el colombiano, con empresas delictivas muy participativas como los mercados negros, la llamada cultura del atajo, y grandes elementos de una guerra civil, deberíamos, todas y todos, reconocer nuestras fallas. Uno de los problemas son, justamente, los umbrales de reconocimiento social y los obstáculos de la memoria y de la emoción, que afortunada o infortunadamente nos impiden avanzar rápidamente hacia el perdón incondicional.