Favorecen el desarrollo del pensamiento analítico, al plantear situaciones problemáticas susceptibles de ser resueltas mediante el uso de tal pensamiento. No cabe duda de que ello contribuye de forma positiva al progreso integral de la persona. 

Existe cierta similitud entre los razonamientos que se siguen en este tipo de juegos y en el área de matemáticas, resultando idóneos para complementar las capacidades que la construcción del pensamiento matemático proporciona. A su vez, se observa que la práctica de estos juegos puede ayudar a asimilar con más facilidad los conceptos y procedimientos matemáticos. 

El proceso de enseñanza-aprendizaje, tanto si se produce en un centro docente como si se lleva a cabo en otro medio, se haya inmerso en un ambiente relajado y ameno, algo que es de vital importancia, pues en tales condiciones la motivación por el tema aparece espontáneamente, sin necesidad de recurrir a laboriosas técnicas que no siempre dan el resultado deseado. 

Incentivan la creatividad y estimulan la imaginación, pues en el desarrollo habitual de una partida se presentan situaciones diversas que hacen necesario el uso de la inventiva y la improvisación. 

Ayudan a formarse una idea objetiva de uno mismo, favoreciendo la construcción positiva del autoconcepto y permitiendo a cada alumno y alumna (o simplemente usuario o usuaria) conocer los límites de sus capacidades. En efecto, cuando se practica un juego, el participante va apercibiéndose de «hasta dónde llega», hecho que le permite tener una visión más exacta de sí mismo y de sus cualidades. 

Fomentan el espíritu deportivo y sanamente competitivo. Si se tiene presente que los deportes son un tipo de juego y que algunos juegos de tablero están considerados un deporte, es razonable pensar que las ideas que el deporte transmite vienen también de la mano de estos juegos. 

Son útiles para formar en valores. Efectivamente, la práctica de estos juegos desarrolla ciertas capacidades del ser humano, como la empatía, la cooperación, la solidaridad, la transigencia, el afán de superación, la tolerancia al fracaso sin caer en la frustración, etc. 

Aportan unos conocimientos adecuados para el progreso de actitudes encaminadas al aprovechamiento útil del tiempo de ocio, evitando otros hábitos que puedan resultar perjudiciales; es decir, practicar juegos de tablero es una manera creativa, sana y constructiva de invertir el tiempo libre, y que permite, además, relacionarse con otros en un clima agradable. Así pues, los juegos de tablero constituyen una alternativa de ocio ante los juegos electrónicos (consolas, videojuegos, juegos de Internet), el alcohol, el consumo excesivo de televisión e Internet u otras prácticas potencialmente dañinas que los niños, niñas y adolescentes realizan de forma habitual, ca si siempre sin control por parte de los adultos. 

Ayudan a crear y mantener cierta autodisciplina, favoreciendo la aceptación de las responsabilidades que cada individuo tiene. 

Con todo lo dicho hasta ahora, hemos de tener claro que los juegos de tablero son una fuente de enriquecimiento personal que permite desarrollar la inteligencia y las habilidades sociales, así como disfrutar de momentos de diversión, entre otras cosas.