La administración contemporánea ha visto potenciadas, en el seno del estado social de derecho, la amplitud e intensidad de sus cometidos.En este nuevo contexto político, social y económico, el carácter conyuntural de muchas de las situaciones que se ve obligada a afrontar, la variabilidad de las circunstancias y la necesidad de ordenar conductas de modo inmediato, han sido algunos de los factores que han supuesto la crisis de las categorías jurídicas tradicionales y han exigido de la administración una mayor flexibilidad o adpatabilidad en sus instrumentos de actuación. En este preciso contexto surge, junto a otros causes o formúlas novedosas, la figura de las directrices. Seanaliza así el sentido que ofrece esta técnica tanto en el seno de relaciones interorgánicas (donde la dircetriz se configura como acto que restringe la actividad discrecional de los órganos destinatarios de la misma) como en el seno de las relaciones intersubjetivas. Desde esta última perspectiva se analiza la virtualidad de la figura en tres vertientes: en primer lugar, como técnica de actuación del gobierno respecto de los denominados entes de gestión; en segundo lugar, como expresión del principio de coordinación en tanto que principio, contrapuesto al de jerarquía, que a partir de la aprobación de la constitución define las relaciones interterritoriales del estado con las comunidades autónomas y de éstas con las diputaciones provinciales; en tercer y último lugar, como técnica utilizada también en el planteamiento urbanístico para preservar o garantizar la autonomía de las corporaciones locales (especialmente de los municipios).