Descripción de la obra
____________________________________________________________________
Si se pregunta a cualquier persona de buen sentido,
profana en los misterios del arte forense, cuál es, en la sociedad humana, la
función de los abogados, nos responderá —¡y hay que agradecer a la suerte si la
respuesta es tan benévola!— que el oficio del abogado consiste en hacer
triunfar las pretensiones del cliente. Quien parta, realmente, de la noción
empírica de que el abogado tanto más se suele llamar hábil cuanto mejor logra,
ante los jueces penales, vestir el delito con los ropajes de la inocencia o
embrollar las cosas ante los jueces civiles, hasta que el pícaro redomado
consiga saquear al hombre de bien, no puede ni siquiera imaginar que la función
del abogado, aparte el interés privado del cliente, pueda servir, y juntamente
con este, al interés de la colectividad; cree, por el contrario, que si los
abogados no están des-tinados a otra cosa más que a engañar a los jueces, el
interés público de la justicia resulta por ellos, mejor que servido,
traicionado. Y, sin embargo, si, fuera de algún caso de degeneración, demasiado
evidente para no tener carácter episódico y transitorio, se quiere descubrir la
sustancia fundamental de nuestra profesión, se reconoce fácilmente que tiene su
base, más que en la defensa de los intereses privados, en fines de pública
utilidad, de los cuales debe siempre darse cuenta quien quiera serenamente
razonar sobre el presente y el porvenir de la abogacía.