Descripción de la obra
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Conviene siempre conocer la Historia de toda ciencia;
pero la importancia del conocimiento histórico se revela especialmente en las
disciplinas filosóficas, ya que, en estas, el presente no se entiende sin el
pasado; el pasado revive en el presente. Los problemas filosóficos hoy
discutidos son esencialmente los mismos que se presentaron—bien que en forma
embrionaria—a los pensadores de la antigüedad. El examen de los sistemas
filosóficos se ofrece como una serie de experimentos lógicos, donde podemos ver
bien pronto qué conclusiones se obtienen partiendo de ciertas premisas: y
podemos sacar partido de ellos, para llegar a un sistema más perfecto, evitando
los errores cometidos, y aprovechando los progresos ya realizados. La Historia de la filosofía
es, pues, un medio de estudio y de investigación que nos ayuda extraordinariamente
en nuestra tarea; nos ofrece un cúmulo de observaciones, de razonamientos, de
distinciones que no podría realizar un solo individuo; como tampoco podría
ningún artífice inventar ex novo todos los instrumentos de su arte.
La
Historia de la Filosofía del Derecho
muestra ante todo que en cualquier tiempo se ha meditado sobre el problema del
Derecho y de la Justicia:
problema que, por lo tanto, no fue inventado artificiosamente, sino que
responde a una necesidad natural y constante del espíritu humano.
Pero la
Filosofía del Derecho no se presenta originariamente como
autónoma, sino unida a la
Teología, la
Moral y la
Política; solo de un modo paulatino se opera la distinción.
En los primeros tiempos la confusión es completa, y esta aparece de modo típico
en Oriente, en cuyos libros sagrados se tratan conjuntamente los elementos de
varias ciencias, teóricas y prácticas. Domina en dichos libros el espíritu
dogmático: el Derecho se concibe como un mandato de la Divinidad y como
superior al poder humano, y, por tanto, no como objeto de ciencia, sino de fe.
Así, las leyes positivas se consideran indiscutibles; y el poder existente,
como expresión de la
Divinidad, se considera incontrolable. En este estadio,
propio de los pueblos orientales, el espíritu crítico no se ha despertado
todavía. Sin embargo, debe recordarse que algunos de estos pueblos,
especialmente los hindúes, los hebreos, los chinos, los indios y los árabes han
brindado notables contribuciones a los estudios filosóficos, de modo particular
enunciando elevadas máximas morales.