Descripción de la obra
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Todo el
mundo habla de lo justo y de lo injusto, pero ¿quién sabe lo que es lo justo y
lo injusto, lo que la justicia es? Tal vez alguien diga: “Esto no se puede
expresar; pues la justicia es una cosa relativa.” Ahora bien, el juez y el
legislador deberían saber lo que constituye un castigo justo y lo que es una
ley justa; el patrono debería saber lo que es un salario justo; la humanidad de
hoy debería saber si el orden económico justo es el comunismo o el capitalismo,
si la forma justa de Estado es la dictadura o la democracia, si el Estado justo
es el liberal o el totalitario. Para cualquiera que desee ser cristiano gravita
sobre su conciencia la pregunta de si es justa o no la renta, el lucro sin
trabajo. ¿Dónde se conseguirá la medida para contestar estas preguntas, si es
que no se conoce el principio de la justicia? La humanidad de hoy no lo conoce,
pero la cristiandad podría conocerlo. Mientras que la Iglesia Católica,
a través de una secular tradición creadora, posee un imponente sistema
doctrinal de la justicia, en cambio el Protestantismo, desde hace más de
trecientos años, ya no tiene tal doctrina. Esta afirmación puede parecer osada.
Pero, por desgracia, es comprobable. Sin duda hay una razón fundamental por la
cual la Iglesia
Protestante es tan insegura en su actitud respecto de los
problemas de la estructuración social, de la economía, del derecho, del Estado
y del derecho internacional; y por lo cual sus manifestaciones sobre estas
cosas frecuentemente tienen el carácter de improvisaciones casuales, y carecen de
fuerza de convicción.
Debo
manifestar que el fin de este libro no es primariamente de un puro carácter
científico, sino de índole práctica, como deben ser todos los trabajos
teológicos. No le importa tanto la especulación, cuanto más bien la realización.
Ahora bien, reconozco que a toda realización que tenga sentido debe preceder
una labor de conocimiento. Con un conocimiento de lo justo, claro y sólidamente
fundado, ya se consigue algo para la realización de la justicia, y ciertamente
algo que es indispensable. Mis circunstancias presentes —el rectorado de la Universidad de Zúrich—
ciertamente no me habrían permitido trabajar en este libro, pero, ¿qué puede
uno hacer en contra de las circunstancias, cuando siente uno que tiene que
escribir? ¿Y quién podría negar que esta es precisamente la época culminante
para que quien tenga algo que decir sobre el tema de la justicia lo manifieste?