Descripción de la obra
____________________________________________________________________
La teoría del sistema federal es nueva; creo hasta
poder decir que no ha sido formulada por nadie. Está, empero, íntimamente
enlazada con la teoría general de los gobiernos; es, hablando de una manera más
precisa, su consecuencia indeclinable.
El orden político descansa fundamentalmente en dos principios
contrarios: la Autoridad y la Libertad. El primero inicia; el segundo
determina. Este tiene por corolario la razón libre; aquél, la fe que obedece.
Contra esta primera proposición no creo que se
levante nadie. La autoridad y la libertad son tan antiguas en el mundo como la
raza humana: con nosotros nacen y en cada uno de nosotros se perpetúan. La
autoridad supone indefectiblemente una libertad que la reconoce o la niega; y a
su vez la libertad, en el sentido político de la palabra, una autoridad que
trata con ella y la refrena o la tolera. Suprimida una de las dos, nada
significa la otra: la autoridad sin una libertad que discute, resiste o se
somete, es una palabra vana; la libertad sin una autoridad que le sirva de
contrapeso, carece de sentido.
El principio de autoridad, principio familiar,
patriarcal, magistral, monárquico, teocrático, principio que tiende a la
jerarquía, a la centralización, a la absorción, es debido a la naturaleza, y
por lo mismo esencialmente fatal o divino, como quiera llamársele.
El principio de libertad, personal, individualista,
crítico, agente de división, de elección, de transacción es, debido al
espíritu. Es, por consecuencia, un principio esencialmente arbitrador, superior
a la naturaleza, de que se sirve, y a la fatalidad que domina, ilimitado en sus
aspiraciones, susceptible como su contrario de extensión y de restricción, pero
tan incapaz como él de perecer en virtud de su propio desarrollo como de ser
aniquilado por la violencia.