Descripción de la obra
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La cuestión de la presidencia, por lo que atañe a
sus deberes, sus responsabilidades y sus limitaciones, debería, a mi juicio,
establecerse no al calor de los actos que con frecuencia surgen durante el período
de su desempeño, sino a la luz de un pausado estudio, libre de toda tendencia,
estrictamente ajustado al punto de mira del historiógrafo y del legislador.
Mientras un ex presidente puede no ser el juez más exacto en el campo ele la
legislación que la constitución le asignara, los puntos de vista que en su
calidad de actor exponga han de contribuir, sin duda, a resolver las cuestiones
que se vayan presentando. A esto debo añadir que el alejamiento del poder por
un lugar de estudio y contemplación, más bien que de movimiento, modifica un
tanto el punto de vista formado en la acción del trabajo oficial, y esto
evidencia la importancia que tiene el insistir sobre las limitaciones
constitucionales, a la par de que esas limitaciones sean de cuando en cuando interpretadas
por otra rama del gobierno que aquella a cuya acción han de ser aplicadas.
Me inclino fuertemente a creer, empero, que habría
sido un paso más acertado extender el término presidencial a siete años en
lugar de cuatro que es ahora en Norte América y prohibir que el presidente
fuera reelecto. Este cambio imprimiría al ejecutivo mayor confianza e
independencia en el desempeño de sus obligaciones, y de esta manera todo ese
absorbente interés desplegado en la reelección por aquellos empleados públicos
cuya permanencia depende de él, desaparecería por completo, asegurando así el
buen cumplimiento en la administración hasta el último día de su período.
Creo además, que otro gran paso sería colocar al
presidente en relación más estrecha con el congreso al iniciarse el período
legislativo y sus debates, sobre todo por lo que se refiere a los asuntos del
presupuesto y a la administración económica del gobierno. Pero vivimos en una
edad de iconoclastas, y si surge un movimiento que de fuerzas para introducir
una pequeña reforma que la experiencia aconseja y sostiene, los beneficios que
de ella pudieran derivarse, podrían ser a su vez excedidos por el peligro que
encarna un cambio radical en la Constitución, subversivo de los grandes
servicios que le ha asegurado al pueblo norteamericano.