¿Quién es el destinatario de esta apología de la democracia? No se trata de un discurso político, es más bien un modo de hablar de nuestra vida colectiva como democracia. Su público es el de los ciudadanos. En particular, el de aquellos que no están convencidos, que están desilucionados, que rezongan, que hallan incomprensibles los juegos de los trapecistas de la política y vacíos los mismos argumentos habitualmente empleados para justificar o para criticar el estado de cosas. El que se mantiene apartado. El que vacila. El que querría hacerse otra idea, pero plausible, no ideológica, de la democracia. Aquellos que querrían encontrar mejores argumentos para aceptar, defender y vivir el régimen democrático.