A partir de Freud, la milenaria historia de la culpa no puede sino orientarse hacia la paradoja, ya que la introducción de la realidad del incosciente convierte el problema moral del libre albedrío en algo mucho más complejo. De hecho, si nace una lógica que trasciende la culpa y lleva a "comprender" antes que a "enjuiciar", ante esta "verdad" (ya intuida por pensadores como Unamuno) que hace del hombre un ser más trágico que culpable estamos obligados a vivir una especie de desdoblamiento que el autor llama "paradoja esquizofrénica": no abandonar los aspectos necesarios del sistema basado en la culpa (de otra manera "los delitos equivalen entre sí y la inconciencia termina por perder sus propios derechos", como dice Camus) es ver las cosas desde una perspectiva que no juzga, no sentencia, pero al mismo tiempo comprende.