Según se extiende el capitalismo y según se desintegra el socialismo de Estado, se va reorganizando la división del trabajo —en la familia, las sociedades mercantiles y las redes multinacionales—. Estas transformaciones tienen implicaciones críticas para el desarrollo económico, para la distribución del poder y para el cambio social. Y sin embargo el concepto de división del trabajo se ha visto arrinconado si se le compara con los de clase, género y consumo; se le ha venido considerando como telón de fondo más que una de las fuerzas clave de la economía y la sociedad. La nueva economía social pone de manifiesto que la división del trabajo tiene efectos de largo alcance, que a menudo se atribuyen falsamente a otras fuerzas estructurales.